Calígula, el tercer emperador de Roma tras el reinado de Augusto y Tiberio, también llamado el “botitas” fue un ser muy caprichoso y excéntrico que en un inicio creó muchas expectativas al pueblo, aunque luego, durante su reinado se ganó a pulso el odio de todos, tanto, que acabó siendo asesinado por su propia guardia pretoriana.
Su megalomanía le incitó construir grandes, y a menudo innecesarias, infraestructuras, estatuas, monumentos, mosaicos, etc., de ahí que tras su muerte se promulgase un edicto que pretendía borrar cualquier registro oficial (anales, inscripciones, monumentos, etc.), el nombre y la efigie del emperador al más puro olvido.
Es una lástima que antaño tuviesen esta perspectiva sobre el patrimonio cultural. La destrucción de todo aquello que se considera parte de la identidad de un período histórico determinado debería permanecer intacta. Entre todas estas infinitas construcciones, Calígula mandó alzar dos colosales barcos en el Lago Nemi dedicados a la diosa Diana. El lago tiene un diámetro de aproximadamente 15000 metros, una profundidad de 30 y está situado a unos 20 km de Roma.
El primer barco fue llamado Prima Nave, media 73 metros de eslora y 24 de manga, la Seconda Nave, en cambio, media 71 de eslora y 20 de manga. No eran cualquier cosa, eran grandes e increíblemente vistosos. Una obra de semejantes magnitudes sólo podía surgir de una mente algo perturbada como la de Calígula, sin embargo, pronto fueron hundidos.
Desaparecieron de la mentalidad de todo el mundo y acabaron quedando en el olvido, pasaron las dominaciones bárbaras y la Edad Media, 14 siglos de indiferencia, sin embargo poco a poco se convirtieron en un misterio para los pescadores de la zona puesto que muy a menudo encontraban restos de los colosos hundidos.
A raíz de la aparición de la leyenda de que debajo del Lago Nemi se encontraban grandes joyas de la navegación se iniciaron inmersiones para investigar la existencia de navíos hundidos. No obstante, no sería hasta el año 1827 cuando ocho buzos consiguieron extraer pisos de mosaico, esmaltes, mármoles, trozos de columnas metálicas, clavos y caños de terracota. Estos hallazgos aceleraron el proceso de investigación.
En 1895 se inició también una nueva exploración de todos los vestigios encontrados en Nemi bajo el mando de Elissei Borghi, este estudio con buceadores profesionales se afirmó la posición del barco, y se comprobó que la popa estaba sumergida a siete metros, y la proa encallada a 14 metros. Por entonces, la reflotación del buque era algo impensable, cualquier intento hubiese destruido por completo el barco, de ahí que se diese por imposible.
Sin embargo, la afición de Mussolini por los barcos, hizo posible que en 1924 se intentase recuperarlos. La solución que buscó para reflotar los barcos de Calígula fue sencilla teniendo en cuenta donde se encontraban los barcos: drenar todo el lago. Y así se hizo, una vez el lago quedó seco se extrajeron las naves, aunque con gran dificultad. Miles de arqueólogos y expertos fueron a la zona, alucinando con el estado de conservación de las naves, puesto que era excelente teniendo en cuenta los años que habían pasado.
La Prima Nave tenía templos, columnas de todo tipo, pavimento de mármoles, tecnología de la época, aunque muy avanzada (grifos y cañerías), asimismo, la Seconda Nave no se quedaba atrás: podía albergar una auténtica villa romana a disposición de Calígula, con termas incluidas.
Todo lo que fue renaciendo lo introdujeron en un museo creado al efecto el Museo delle Navi romane di Nemi, y ahí quedaron hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento histórico que también trajo trágicas consecuencias para el museo: un incendio redujo a cenizas todo lo que había dentro. De nuevo, aquellos dos colosos, que actualmente serían objeto de admiración para muchos de nosotros, quedaron en el olvido, aunque esta vez, su condena fue para la eternidad.